domingo, 31 de agosto de 2008

otra ciudad con el mismo nombre

Beijing 04.10.05


Ahora que mis padres me vienen a ver, me instalo con ellos en un hotel y hago un paréntesis en la enriquecedora aunque, sin duda, incómoda experiencia que vivo. Comida, higiene, costumbres – ahora, por fin, estoy como en casa. Me encanta pensar que voy a presentar a mis padres un país y una ciudad entera y que les voy a traducir durante estos días. Acaso, ¿no soy yo la primera que necesito un intérprete en todos los sentidos?

Pero en estas vacaciones, durante las cuales, en teoría, mi chino iba a estancarse y todo iba a ser un paréntesis, todo ha sido descubrir. He conocido Bĕijīng. No Bĕijīng, mi Bĕijīng, sino una ciudad completamente distinta que sólo perciben aquellos que están de paso, aquella urbe colosal que se transmite al resto mundo. Y sinceramente, es realmente cautivadora.

Es una capital milenaria en la que, mires por donde mires, todo son recuerdos de historia imperial, budismo y taoísmo, y el resto, aquello que no son evocaciones de toda esta herencia, es, precisamente, la estela de un período de comunismo que ha intentado eclipsar lo anterior. Es una mezcla perfecta y desafiante para cualquiera. Actualmente, Bĕijīng se muestra, a los ojos del visitante, como la imagen del capitalismo más feroz.

Los edificios de Bĕijīng son invencibles, sólidos y de calidad. Las calles están limpias. La gente no escupe. Y a su vez, se respira un ambiente de respeto ligado a un espeso sabor exótico.

Aunque a mí, mi ciudad ya me gusta… ¡qué mérito tiene saber venderse así de bien!

Y reposando en esto, pienso si verdaderamente ésta es la fachada que China vende al mundo (quizás también la que el gobierno vende a sus ciudadanos). Sobretodo en el aspecto económico, veamos.

En general, Occidente, y especialmente Estados Unidos, hemos abierto nuestras cortinas de puntillas hace poco y nos hemos encontrado delante de nuestra ventana un rascacielos de dimensiones “inauditas” erigido en medio de nuestro patio (a pesar de que en el siglo XVIII China ya tenía una población de cientos de millones, por ejemplo). Da un poco de miedo, la verdad, y ¡encima! nos ha quitado las vistas.

Así que, mientras nosotros decidimos qué posición tomar, China nos contestó hace dos años con Zheng He. Este marinero chino y musulmán de la época de Colón, que lideraba una flota de 28000 tripulantes con barcos de un tamaño 30 veces superior al de La Pinta, navegaba a menudo hacia África meridional para comerciar. En los pueblos que los albergaban, estas tropas eran de forma cuantificada una invasión pero, en realidad, los chinos siempre han tenido un enfoque poco imperialista, más allá de Asia. De este modo, China responde a nuestros miedos diciéndonos “venimos en son de Paz”.

Al igual que en épocas de Zheng He, mientras China amistosamente navegaba por África también desfilaban sus miles de soldados por el Tíbet y por el Sur menos amistosamente; hoy en día, quizás las relaciones con el oeste son pacíficas a pesar de que, por lo contrario, a penas hace un año, China aprobó la Ley de Sucesión. En ésta, se declara que Taiwán será atacado por China (que cuenta con en mayor ejército del mundo en cuanto a número de soldados) en el mismo momento en qué se declare independiente de la “madre patria”. Así que una vez más, mezclas sorprendentes y mensajes contradictorios.

Sinceramente, no me compadezco en absoluto de los taiwaneses tampoco ya que desde su lado del estrecho están armados hasta los dientes de munición americana y por otra parte, su economía es de las más prósperas del mundo. Sencillamente, me parece interesante la dualidad de la moral de la sino-política. Además, Taiwán vive como un rey: con sus tradiciones más que asentadas, sus caracteres tradicionales, sus impuestos, sus leyes, un régimen menos opresivo y con una población crítica ya que miles de intelectuales Chinos emigraron a esta isla durante el apogeo de la violencia del totalitarismo comunista. Taiwán vive “emancipado” pero consta en los mapas de China como la vigésimo tercera provincia.

Pero a Taiwán, al igual que a muchos otros países asiáticos, se le ha acabado el chollo ya que detrás de él amanece una potencia que todo lo quiere y todo lo da. Mientras antes, algún estado podía considerar favorecer a Taiwán, armamentistamente por ejemplo, con el fin de que se opusiera a China, dudo que fueran capaces de hacerlo, hoy en día. Ya nadie duda de la trascendencia de tener a este gigante de su lado.

Sin embargo, muchos discuten que, por mucho que parezca que la alianza con este país sea fundamental y positiva (un ejemplo: Walmart, la mayor empresa a nivel mundial, tiene 80% de sus proveedores en China y, a simple vista, le va bastante bien), resulta que los chinos están robando puestos de trabajo a las clases medias de Occidente (nos han quitado las vistas). ¡Será cruel este país comunista!

Y nosotros somos los que hemos sembrado el libre mercado.

En conclusión, en China emerge de entre la polarización social, una capa medianamente acomodada, trabajadora y ambiciosa. Mientras este estrato se asienta rápidamente y se dispone a realizar trabajos de superior especialización, nacen brotes de mano de obra que inician este proceso. El hecho de que la población sea de, al menos, 1500 millones de personas asegura que esta fuente sea un recurso casi infinito.

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