domingo, 31 de agosto de 2008

¿charcos de qué?

Guìyáng, Guìzhōu 13.11.05


Seis y media de la mañana.

Indecisa luz amenaza con despertar a la ciudad de sus dulces sueños.

Siluetas negras que sobre sus llagados hombros cargan pesos a ambos extremos de un mismo palo. Se tambalean.

Al mismo ritmo, las desplumadas escobas de las docenas de basureros se balancean sobre un embaldosado y sucio suelo.

Suelo sobre el que duermen cientos de adultos que guarecen sus cabezas en las canastas de paja que, hasta hace poco, peinaban los arrozales.

En medio de la interminable hilera de cuerpos castigados: un mercado. Las únicas luces prendidas en la ciudad recaen sobre lechugas, gallinas, más verduras, carne. Todo reposa sobre el suelo mientras los vendedores charlan junto a sus trotadas motos rojas y sus caballos ajados a causa del agotamiento.

Pero es una ilusión pues nada más cruzar la calle se topa uno con más basureras de oficio que acarician el suelo sin limpiar. Reflejadas en un charco sucio. Reflejadas también en el anuncio de Max Factor que invade la fachada del edificio bajo el que barren. Y más vale que bajen la cabeza porque en nada a la estrella del anuncio se parecen.

Nunca se ha visto el occidental más observado y discriminado que a los ojos de las personas que le admiran. A los ojos de personas que, creyéndose faltos de esperanza, miran sólo el charco de cada día.

Pero tambaleo a tambaleo, su país intimida al mundo. Y todo esto sin pensar que lo que limpian son todo charcos de esperanza.

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