viernes, 22 de agosto de 2008

Fuxing Gongyuanr - El Parque de Fuxing

Shanghai, 18.08.08


Si te posas sobre mí, te lo voy a contar, pues conozco bien este lugar.


Permíteme que te acompañe por donde quieras andar: donde ya no huelas el verde de mis hojas, donde cientos de abanicos sean un mar de mariposas.


Escoge entre un parque solitario, los laberintos del taiji o las enramadas parejas de baile que forman una red a nuestro paso. Intentaré que olvides, al son de las cigarras, aquellos hurones rascacielos que curiosean entre los árboles.


Pero agárrame con fuerza, porque el denso, blanco humo de los hombres que observan la centena de parejas mientras bailan; los jugadores de cartas que brotan como setas rodeados de amigos que parecen agentes del juego; los niños que pedalean en los lagos y enfurecen a los peces; el pescador solitario y fracasado… todo ello te distraerá.


Escucha como el cantar de los pájaros es la música que proviene de una orquestra improvisada. Con su director entregado y sus partituras escritas a pulso. Sus dos acordeones, su violín y sus voces. Pero vigila que no te quite el pulso toda esta experiencia y sigue el ritmo de las maracas, del taiji, del equilibrio, pues Fuxing no siempre fue así.


Recuerdo florecer entre las manos de la familia Gu, adinerada como pocos Shanghaieses. Dóciles teces amarillentas como la tierra que me alimenta destronadas inminentemente por la invasión colonial. Whampoa convirtió el paraíso de los Gu en el alma de las armas galas; un “oasis” de guerra y amenaza entre el idílico barrio de la Concesión Francesa. Sin embargo, fueron ellos quienes, más adelante, diseñaron este lugar, quienes delinearon las flores y entrelazaron mis ramas para que los bailarines disfrutaran de mi sombra.


Pero poco se demoraron los japoneses quienes tomaron mis raíces, bajo Shimonoseki, y consiguieron que durante un largo período tiempo echara en falta la música y los niños del parque. Entre tanto, gris y solitario, observé como se erigía una estatua de dos cabezas, según cuentan, Marx y Engels.


Los fríos días pasaron y la soledad se disipó, para devolver a este lugar la vida que le caracteriza cada domingo.Regresaron las concentradas parejas de baile, vestidas de gala para la ocasión, acompañados por los maraqueros amateurs y las panderetas caseras. Regresó la orquestra, más enérgica de lo que podía vagamente recordarla. Volvieron los rojos, furiosos diábolos entre sus cuerdas y sus fugaces vuelos en el aire. Aquí siguen las mariposas entre las manos de los hombres, las húmedas toallas en sus cabezas, sus nietos en los lagos y sus caras de felicidad.


Pero Fuxing no siempre fue así y esto es lo que debes recordar.

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